Momento del Lunes Santo (El legado de Jose Luis Ruiz Nieto-Guerrero)


Es un hecho cierto que la semana santa forma parte del vivir anual de nuestra ciudad y cada corazón gaditano tiene un latido diferente para estos días pasionales.
Todos los gaditanos tienen guardado en su memoria la sinopsis penitencial que forman las cofradías
en los días sagrados de la primavera. De ellas cada cual tiene  en su recuerdo grabado con el estremecimiento de su visión predilecta, desbordada en riadas de emoción.
Estos momentos se pueden revivir a cada instante. Hay algunos que se fueron, quedando un recuerdo que cada año irá borrando el tiempo de la memoria de los que fueron sus actores.
Hoy queremos traer hasta aquí una semblanza del Lunes Santo gaditano: La cofradía del Stmo. Cristo de la Misericordia y María Stma. de las Penas a su paso por el Hospital de Mora.
Difícil resulta para el cofrade escribir de su propia cofradía. La emoción de lo entrañable le impide dar fluidez a sus frases. La preocupación de revelar la intimidad de la convivencia fraterna le hace refrenar sus expresiones. Y en este caso es particularmente difícil por intentar describir lo que no ha contemplado como espectador.  Las dos aberturas del antifaz del nazareno, solo deja abierta una pequeña posibilidad de ofrecer una panorámica completa y una reseña integra de un acto en el que se participa de manera distinta al mero espectador.

Semana santa en Cádiz; Lunes santo. Desde el medio día en la Viña hay un revuelo de día grande. Y digo desde mediodía, desde hace un mes anda el barrio revolucionado con la procesión de "su" cofradía.
A la cita diaria o semanal de los viñeros con su Cristo y su Virgen, le ha sucedido apresurad amente
la asistencia a los Cultos solemnes anuales. El Quinario, las conferencias cuaresmales, el besamanos de la Virgen, su fiesta en el Viernes de Dolores han hecho acrecentar aun mas la venida, que se toca con las manos ya, del día de salida de la cofradía. 
Y en las vísperas de la semana de la Pasión puede verse el apresuramiento de poner todo a punto para el día grande: La túnica, que se recoge en el almacén de la cofradía y a la que las madres y esposas dan el retoque preciso para que caiga perfectamente al penitente; el afanoso menester de los vecinos en encalar paredes y pintar herrajes para que todo esté apunto para recibir a las Sagradas Imágenes, en la Iglesia se dan los últimos toques en el montaje de los pasos que serán tronos de gloria en los que desfilaran Cristo y su Madre a la que se engalana con gusto y fervor singular.
Pero todo ello alcanza punto de saturación en el Domingo de Ramos en el que los hermanos van a comprobar el sitio que les corresponde en la procesión, y en la mañana del lunes en el que todo el barrio en amorosa impaciencia se dirige a su parroquia para ver a las Imágenes de sus amores en sus pasos, que desde bien temprano están ultimados de exornar.
Por ello no es de extrañar que después del medio día de este lunes haya en cada casa un revuelo de preparativos y un maremágnum de actividades. La calle de la Palma es un hervidero humano, en cuyas aceras, balcones y azoteas se han tomado posiciones desde muy temprano. Y en el centro de ella a duras penas se van abriendo paso entre la multitud toda una teoría ininterrumpida de capirotes de terciopelo azul.
Poco después vendrá el abrirse las puertas de la Palma y de ella saldrá triunfante el Cristo de la Misericordia y la Virgen de las Penas. En todo el barrio se ofrece un homenaje de amor a los Titulares. Todo es afluir de corazones en la calle de la Palma para aclamar a Cristo y María. y del homenaje humano cálido  y brillante se pasa al homenaje de la naturaleza.
Misericordia de Cristo
junto al de la Caleta
en un bello contraluz...
cantó el cofrade ensimismado en la contemplación de este atardecer marinero del lunes santo.
Hasta aquí la cofradía ha sido bordeada por una multitud compacta y vital en plenitud de vigor.
Ahora le queda cumplir uno de los preceptos de las obras de Misericordia, que por amor a su Titular realiza: La visita a los enfermos del Hospital de Mora.
Del bullicio multitudinario y el fulgor policromo de calles, jardines, mar y cielo, va a pasar al silencio y a al blanquecina claridad de los muros hospitalarios. De la muchedumbre concentrada increíblemente en estrechos espacios, a la soledad intima de las galerías del establecimiento sanitario.  No se permite el acceso del publico al interior del hospital. Cristo se va a enfrentar solo a cada uno de los que allí esperan. Únicamente van a contemplarlo los enfermos, las religiosas y el personal sanitario que allí presta sus servicios.
Penetrará la cruz de guía, que hará presentir la del crucificado y recordará la del dolor de la enfermedad de quienes la contemplan. Tras ella los nazarenos en un avanzar silencioso y que dejaran paso al Cristo de la Misericordia. Cara a cara van a quedar la misericordia de Dios  y el sufrimiento físico de los hombres y en ese mirar del humano a la divinidad se establecerá una corriente de intercomunicación, de petición de salud, de agradecimiento, de petición de perdón, tal vez.
Y en ese embeleso se oirá, o los oídos quizás la presientan el canto agudo de una saeta que con sus vibraciones de flecha certera vaya rectamente a incrustarse  en los corazones viriles algo endurecidos por las perennes batallas de la vida o adormecidas por el dolor.
Y hasta es posible que junto al lecho del que no puede ver el paso de la cofradía con los ojos de los sentidos por que esté recordandole la muerte, el eco del pasar la cofradía por las galerías lejanas le haga presagiar ya la visión de Cristo "que con su muerte superó a la muerte".
Tras el paso del Señor toda la cofradía es una canto de alabanza a la Santísima Virgen, lo proclaman el color azul de sus cofrades parigual al del manto de la Señora y todo ese cumulo de insignias que la requiebran: Concebida Simpecado, Asunta a los cielos, Mediadora Universal de todas las Gracias, Reina Inmaculada de nuestros jóvenes,. Todo será un feliz anticipo de la visión gloriosa de la Madre y Reina en su trono reluciente de oro, plata y pedrería, entre las joyas refulgentes, cirios de luz mortecina y rodeada de flores, envuelta entre las espirales del humo del incienso.
Ante los agobiados por el dolor, la Reina del Dolor, María Santísima de las Penas, es una de las advocaciones más consoladoras.
Tras su hijo muerto, la Virgen de las Penas es consoladora de los afligidos, Madre de los que sufren y ante su presencia parece escucharse: " Mirad, humanos, si hay dolor como el mio".
En el centro del patio principal la Virgen se detiene y es saludada por las religiosas y los enfermos con la Salve y tras Ella reanuda su caminar. Cuando de nuevo sa sale a la calle es ya de noche.
Tras Ella deja una estela de amor y de esperanza entre quienes han podido, a pesar de su imposibilidad, venerar a las Imágenes de Cristo y la Virgen. ¡¡ Que momento debe ser para un cofrade hospitalizado sentir ante si el paso de una procesión distinta de la suya que no podrá ver!!
Cuando se retire a su lecho la cofradía estará alcanzando ya la carrera oficial.


(Jose Luis Ruiz Nieto-Guerrero)
Febrero 1967 Revista Estandarte.

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